Periodismo y teatro en Guadalajara

 


By heart: así es como Shakespeare derrota a la CIA, la KGB y la Gestapo

 
 
Lo básico
 

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Mes:
 
Precios: $200 más el cargo de 10% del CAE
 
Horarios: Jueves 29 y viernes 30 de noviembre, 21:00 horas
 
Temporada: Visitante durante noviembre de 2018
 


En pocas palabras

Un performance, que es la historia de una mujer que perdió la vista, que es un acto político, que es la lectura de un poema: así es By heart, el espectáculo que Tiago Rodrigues trajo a la FIL tapatía

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Posted noviembre 30, 2018 by

 
Qué hay que saber
 
 

Imagen promocional de By heart difundida por Cultura UDG, para anunciar el programa de Portugal como País Invitado de Honor en la FIL 2018.

Si usted introduce en un traductor de internet las palabras “By heart”, que por separado significan “por” y “corazón”, se encontrará con que el traductor arrojará como resultado la frase “de memoria”. ¿Por qué en inglés se usa la expresión “by heart” para hablar de la memoria? Bueno, pues porque la mejor manera de aprender una cosa no es aprendiéndola con la mente, sino con el corazón.

Contándonos anécdotas que se aprendió “by heart”, Tiago Rodrigues, director, autor e intérprete de la obra (que ¿cómo cree usted que se llama?), nos lleva por un recorrido anecdótico y literario a través de su vida y la vida de algunas figuras importantes de la literatura, pero, sobre todo, a través de la vida de su abuela: una anciana que para el final de sus días memorizó sonetos de Shakespeare para tenerlos en su memoria.

A partir de aquí, el lector disculpará una cosa: tengo algunas lagunas para recordar lo que sucedió en la obra con exactitud. Hay partes que recuerdo brumosas y desearía recordar mejor, otras que olvidé por completo. ¿Por qué? Porque estuve muy ocupado toda la función aprendiéndome by heart el soneto número 30 de William Shakespeare.

La obra se presentó en el Conjunto de Artes Escénicas como parte de las actividades del país invitado a la FIL este año: Portugal. Entramos a sala y vimos al intérprete en una silla, simplemente leyendo. En escena había diez sillas, botellas de plástico al fondo y al frente algunos huacales de madera con libros. Tiago tenía apariencia simpática. Sencilla. Cálida. No tardó mucho tiempo en hacer algunos chistes mientras daba indicaciones sobre las salidas de emergencia para establecer un vínculo con el público. Anunció desde el comienzo: “¿Ven estas diez sillas en escena? Necesito a diez personas que quieran participar en la obra y las ocupen”. De inmediato bajé de mi asiento en penúltima fila para sentarme en una silla y las otras nueve se ocuparon también pronto. Tiago, a través de su charla ligera y sus bromas, estableció una comodidad en escena que propició las ganas de participar.

Era evidente que la obra no iba a ser la convencional obra de teatro: el cuarto muro nunca existió, la improvisación tenía lugar constantemente, el público participaba en escena. La premisa era simple: aprenderse de memoria para el final de la obra el soneto 30 de William Shakespeare, aquel que dice:

Cuando a sesión de calmo pensamiento

convoco los recuerdos del pasado

la pérdida de antaño es lo que siento

y el tiempo agoto en un pensar gastado;

 

se arrasa mi ojo, casi siempre enjuto

por amigos sepultos en la noche,

lloro otra vez con revivido luto

de esfumadas visiones el derroche.

 

Puedo llorar por penas transcurridas

de pena en pena, así, pesadamente,

contar series de penas ya gemidas

 

por las que ahora pago nuevamente.

Pero cuando en ti pienso, buen amigo,

todo lo encuentro y el penar mitigo.

Un soneto tiene 14 versos. En escena éramos 10 sin contar a Tiago. Los primeros cuatro versos se memorizaron en grupo y los otros 10 le fueron asignados a cada uno de los participantes en el orden en que se sentaron. Fue una labor complicada. Para algunos los nervios fueron obstáculo, para otros la poca práctica de la memoria. Algunos tomamos botellas de agua de las que había al fondo para beber después de repetir tantas veces nuestras líneas, porque, eso sí, Tiago nos hacía repetirlas para asegurarse de que al final lo dijéramos sin errores.

¿Por qué el soneto número 30? Son esas las cosas que Tiago platicaba mientras yo memorizaba. Nos platicó la historia de la traducción rusa, que, asegura, suena hermosa. Nos platicó sobre los libros y las conexiones, las anécdotas de su vida y de la vida de su abuela para ir revelando poco a poco, mientras nosotros ya estamos en trabajo de memoria, el porqué de la elección.

Momentos de la función de By heart en Guadalajara. Foto: Jorge Arturo Tovar/Ágora TeatroGDL.

Con ese carisma y buen humor que lo caracterizó desde el comienzo, Tiago, en un ambiente de complicidad con el público, empezó relatando su acercamiento con el crítico francés George Steiner, un hombre a quien vio en un programa de televisión llamado Belleza y consolación y lo escuchó decir: “Una vez que diez personas saben un poema de memoria, no hay nada que la KGB, la CIA o la Gestapo puedan hacer. El poema sobrevivirá”.

Tiago se obsesionó con estas palabras. Más adelante nos contó sobre su abuela y su lento proceso de pérdida de vista. Ella confió una gran responsabilidad en su nieto: escogerle un libro para que ella pudiera memorizarlo para leerlo en su mente. El último libro de su vida.

Tiago, preocupado y en búsqueda de respuestas, escribió cartas a Steiner para pedir consejo. Eventualmente se encontró con los sonetos de Shakespeare y se los obsequió a su abuela, quien memorizó gran cantidad, igual que nosotros memorizamos el 30.

Les voy a dar la oportunidad única en la vida de que se coman a Shakespeare (…) No se preocupen, es vegano, pero, eso sí, tiene gluten; Shakespeare siempre tiene gluten”

En algún momento Tiago habló de comer libros. Platicó una historia en la que hombres comían las páginas de los libros para hacerlos parte de sí mismos. Nos dijo (parafraseo): “Les voy a dar la oportunidad única en la vida de que se coman a Shakespeare. André, mi compañero en los controles técnicos, fue a una pastelería en Portugal y pidió obleas con el soneto impreso, por lo que ahora se lo podrán comer. No se preocupen, es vegano, pero, eso sí, tiene gluten; Shakespeare siempre tiene gluten”.

Nos comimos a Shakespeare. Aparentemente yo más rápido que los otros, porque Tiago me miró algo sorprendido y respondí: “A Shakespeare hay que devorarlo”. “Ah, ¿sí? Ya veremos”, respondió bromeando.

Al contarnos la anécdota en la que fue a visitar a su abuela al asilo, relató cómo se llevó a diez personas, entre conocidos y amigos, para que le recitaran sonetos de Shakespeare. Ella ya no los reconoció. Su vejez la había rebasado. Sin embargo, cuando Tiago se le acercó y le preguntó “¿Y de los sonetos aún te acuerdas?”, su abuela abrió los labios y lentamente empezó a recitar (a su señal, todos comenzamos a recitar lo memorizado): “Cuando en sesión de calmo pensamiento…”.

¿Y ya? ¿Fin de la historia? Sí y no. Sí, porque la obra terminó con Tiago conmovido haciéndonos recitar al Shakespeare de su abuela. Sí, porque recitó a Shakespeare en portugués y después salió de escena en un estallido de aplausos. No, porque ahora, al menos diez personas, incluyéndome a mí, aprendieron un soneto by heart. Sin pensarlo, los que estuvimos ahí participamos en un acto de política: el hecho de congregarnos y memorizar, preservar la cultura y más adelante reproducirla en nuestras vidas cotidianas es lo que hace de esta obra el no tener fin. Participamos en ese tipo de convivencia que solo el teatro puede propiciar. La convivencia que convierte al teatro en un arte inigualable, necesario, contundente, hermoso. El hecho de vivir el aquí y el ahora al mismo tiempo que todas las demás personas en el teatro. Mirarnos y reconocernos.

Nunca sabremos hasta qué punto el aprendizaje de este soneto impactará al mundo, así como las palabras de George Steiner impactaron a Tiago, quien a la vez vino a nuestro rincón del mundo a impactar nuestras vidas. Sepan ustedes, pues, que ahora me sé un soneto de Shakespeare by heart. Y eso no me lo podrán quitar ni la KGB, ni la CIA, ni la Gestapo. Si me encuentran por ahí, pídanmelo y lo recito de corazón.

 

Publicación cortesía de Luis Adrián Curiel, después de la función de By heart


Jorge Arturo Tovar

 
Estudiante de la licenciatura en Relaciones públicas y comunicación de la UDG. Colaborador en Radio UDG. Se forma como actor, dramaturgo e improvisador.


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