
Una casa de Arista para recordar cómo recordamos


Género: Documental
Un trabajo documental sobre una casa y las personas que vivieron en ella, pero no solamente aquellas que la recuerdan.
Si la felicidad es un arma caliente, la nostalgia es como la hoja de una buena guillotina: hace su trabajo antes de que te hayas dado cuenta. Acordarte de quienes te hicieron feliz, en un tiempo al que siempre desearías volver, mejora automáticamente todos los recuerdos, borra lo incómodo, deforma la realidad. Todos fuimos mejores cuando fuimos jóvenes. Éramos más divertidos y nuestros sueños valían más que lo que conseguimos luego. Pero, sobre todo, los lugares: siempre celebramos aquellos sitios en donde fuimos felices.
Arista 2203 no celebra aquel lugar del pasado: en todo caso celebra los recuerdos que tienen de ese lugar quienes allí vivieron. Cuatro amigos que compartían la casa de ese domicilio tapatío reviven sus discusiones de juventud que fueron posibles precisamente porque compartieron aquel espacio. Repasan cuarto por cuarto lo que había en la casa, recuerdan cómo soñaban con hacer teatro y cómo los sueños eran mejores si se daban en cierta estancia o a cierta luz especial, finalmente llegan hasta los recuerdos que son menos festivos y menos emocionantes pero también los repasan, habitación por habitación, momento por momento.
El espectáculo Arista 2203 no es una obra de teatro. Al menos, no es un trabajo que aproveche una anécdota para desarrollarla y que el espectador la siga. Por el contrario, se trata de un trabajo documental que utiliza técnicas del teatro para construir esta radiografía grupal de un recuerdo ficticio. El espectador verá por momentos a los cuatro amigos, sin que importe si hablan desde el presente o desde el pasado, esforzándose por reconstruir la arquitectura de la casa, pero también por interrogar quiénes vivieron en ella en otros momentos y si esas distintas vidas son comparables en cualquier grado.
¿Lo logran o no? Lo importante es, en todo caso, el conjunto de recursos que utilizan para mostrarle al público cómo el puro ejercicio de rastrear esos pasados múltiples puede producir una experiencia o apelar a la memoria propia de cada espectador.
Si éste se engancha con la propuesta, que afecta tanto a la estructura de una obra convencional como a su contenido, acompañará a los personajes en una búsqueda que podría ir muchísimo más lejos en el pasado e incluir, por ejemplo, al propio Mariano Arista, el presidente mexicano del siglo XIX que dio nombre a la calle de aquel domicilio. Un actor interpreta a un Arista que entra y sale de escena y subraya la combinación de pasados en juego con el pretexto de la casa.
El espectáculo, escrito y dirigido por Érik Estrada, se presenta en una linda casona de Avenida Hidalgo, en el Centro tapatío, entre Jesús y Cruz Verde. El cupo es limitado a 30 personas, así que lo mejor es hacer cita en la página de Facebook. No hay cobro en la entrada, sino que se pide cooperación voluntaria a la salida.