Un monstruo en el bolsillo que no está del todo cómodo
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Con Tengo un monstruo en el bolsillo, Anhelo Teatro cuenta una interesante historia para niños, pero el trabajo en escena y la adaptación de un cuento al drama deja preguntas abiertas
Inés, una niña de 11 años que es muy buena para escribir, pero no tanto para hablar, tiene su vida normal en compañía de sus papás y sus compañeros de escuela. De pronto, como a todo niño, en su día a día aparecen cosas que no le gustan, que la ponen triste, la hacen enojar y sentirse impotente. Afortunadamente, sin previo aviso aparece un monstruo en su bolsillo que empieza a hacerse cargo de los feos suéteres amarillos, de uno que otro problema en la escuela y hasta en la familia… ¿Logrará la pequeña Inés convivir con él?
De Anhelo Teatro (el mismo grupo que nos trajo Jappiness), llega Tengo un monstruo en el bolsillo, una obra para niños dirigida por Julieta Casavantes que está inspirada en un cuento de la argentina Graciela Montes y que cuenta con las actuaciones de Estreyah Uribe y Laura Castellanos.
Esta obra, que sigue con la línea tan de moda últimamente en el teatro para niños tapatío de presentar monstruos y criaturas sobrenaturales (¡Arrrgwh!, Qué difícil ser un monstruo, Los hombres lobo viven en mi clóset), le habla a los niños sobre las emociones y cómo de pronto perdemos el control sobre ellas, como si fueran monstruos que cargamos en el bolsillo y que se salen para hacer estragos.
Como Inés, Estreyah Uribe presenta una creación de personaje realista bastante adecuada, con la energía lenta y pausada de una niña tímida e insegura, pero al mismo tiempo atractiva por inocente y bondadosa. Sin embargo, esta niña se nos presenta monofacética durante toda la obra, pocos son los momentos en que deja esta timidez y bondad y, cuando los deja, no se aleja demasiado, a pesar de que hay una evolución dramática en el personaje.
Laura Castellanos, como el monstruo, consigue una creación de personaje que inevitablemente queda fuera de tono con la de Estreyah debido a que su personaje no es realista y, a pesar de eso, hay pocos elementos fantásticos en el monstruo (más allá de sus actos). Quiero decir que se queda corto en cuanto a la exploración con la que podría abordarse por ser fantástico y, por lo tanto, poder plantearle límites alejados de la realidad.
Por lo tanto, el reto en la dirección es evidente: que estos dos personajes, que están en dos líneas dramáticas distintas, encajen, y que cada uno tenga la energía que necesita.
El monstruo, que cumple por extravagante y por su vestuario colorido y llamativo, quizá hubiera encontrado en la exploración físicas y de expresividad corporal herramientas para alejarse de algunos lugares comunes y plantear una energía que le sirviera para sus juegos y sus destrozos…”
¿Qué energía necesita cada personaje? Probablemente una Inés lenta y tímida sea interesante en los momentos de tranquilidad, pero ¿cómo podríamos subrayar los matices de esas emociones para hacerlo menos monofacético y más interesante, sabiendo que nuestro personaje no está acostumbrado a explayarse, si ya tantas veces nos han dicho que no es buena para hablar, si casi siempre calla ante lo que le pasa y las situaciones le requieren muchos cambios de humor?
Por otro lado, el monstruo, que cumple por extravagante y por su vestuario colorido y llamativo, quizá hubiera encontrado en la exploración física y de expresividad corporal herramientas para alejarse de algunos lugares comunes (por ejemplo, caras raras y chistosas, gruñidos que suenan “grr”) y plantear una energía que le sirviera para sus juegos y sus destrozos. Tal vez, alejándose la una de la otra demasiado, la línea divisoria entre el realismo y el no realismo se haría tan evidente que se volvería más verosímil lo que vemos y, por lo tanto, más interesante la convivencia tan rara entre estos seres tan diferentes.
Como escenografía, tenemos un cuaderno enorme donde Inés registra su día a día y vemos en él a otros personajes de la historia, títeres y máscaras que ayudan al desarrollo de la obra, en su mayoría ejecutados por Laura Castellanos. A pesar de que el drama está escrito en pasado, la acción suele hacerse llevadera por el trazo; es decir, hay movimiento constante en escena y nos obliga a prestar atención.
¿Por qué cabe hacer la mención del tiempo verbal del drama? Bajo la idea de que el teatro es el arte “del aquí y el ahora”, ¿para qué iría yo a ver una obra donde el personaje me cuenta lo que ya pasó y en el presente no está pasando nada? Estas menciones del pasado entran, entonces, si afectan el presente. Es una cuestión discutible, pues no es regla, pero me parece que cabe cuestionárselo: ¿y si cambiamos toda la obra a un tiempo verbal en presente? ¿Cambia algo en la percepción del niño espectador sobre la obra? ¿Se vuelve más interesante pensar que las cosas están pasando justo ahora y no han pasado ya? Otras obras me han hecho afirmar a mí que, sí, es más interesante, y lo curioso es que probablemente en principio no nos demos cuenta de esto sino hasta escucharlo en repetidas obras o en una sola que lo marque demasiado.
Tengo un monstruo en el bolsillo (o un pokémon, como se me ocurrió llamarle al salir de función) es una obra que usted puede ver en el Estudio Diana, sábados y domingos de agosto a las 13:00 horas. Si va, platíqueme qué le pareció y por supuesto, pregúntele a sus niños qué les pareció y eso también platíquemelo.
fotos: Gabriela Quiroz
Posted by Teatro Diana on Monday, August 6, 2018