Al Vacío: el teatro sirve para encontrarnos
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La compañía pionera del teatro para bebés en México llega a doce años de vida con un montaje en el que dirige a actores del grupo tapatío A la Deriva, pero también con la satisfacción de que el movimiento escénico para la primera infancia está respondiendo a una insatisfecha demanda social
El encuentro
Una persona sale a caminar y encuentra a otra, e intenta acercársele, por el puro gusto de caminar juntos. Dos personas acomodan sin orden un montón de piezas de madera en el piso y de repente construyen un puente que las acerca. Dos personas juegan a ser como una piedra que lanzan al cielo y descubren el placer de volar juntas. Dos personas juegan y juegan y el juego a veces no es divertido, a veces también te enojas con el otro. Pero siempre es más divertido jugar. Mirar al otro y descubrir qué quiere e intentar dárselo. Porque, si el otro está feliz, también tú podrías estarlo.
Hace doce años que los artistas del grupo Teatro Al Vacío exploran en sucesivos espectáculos el complicado asunto de encontrarse con otro ser humano y tratar de convivir con él. Eligieron la forma más pura de los encuentros: la de aquella concentrada en las miradas y la cercanía de los cuerpos, sin palabras, sin personalidades definidas; simples personas que se encuentran en el camino.
Y es un curioso asunto que el teatro que descubre este grupo conduzca siempre a la celebración del encuentro: como un postulado que se ratifica continuamente a favor de la convivencia en paz, de la admisión de que somos distintos y de resolver nuestros conflictos. Mejor estar juntos. Es más: mejor jugar. Cuando te encuentras con otro en el espacio vacío, en lugar de pelear o gobernarlo, lo mejor es jugar.
Para eso sirve encontrarse.
Teatro Al Vacío es la compañía integrada hace doce años en la Ciudad de México entre varios artistas principalmente mexicanos y dedicados a un teatro que, dicen hoy, siempre ha tenido como sencilla búsqueda el tema de lo que nos hace humanos. Así, sencillo. Pero que muy pronto condujo al grupo a una búsqueda tan singular, que nadie la había hecho en este país: el teatro para la primera infancia, para los niños recién nacidos incluso. Hoy Al Vacío es bien conocida como la pionera en el teatro mexicano para bebés, aunque no trabaja solo para ese público.
Los artistas de Al Vacío se han vuelto habituales de Guadalajara: con la compañía tapatía Teatro A la Deriva, que adoptó buena parte de sus búsquedas para su propio trabajo en el teatro para bebés, integraron la Red Latinoamericana de Creación Escénica para los Primeros Años, en la que participan más grupos de México y otros países para promover la noción de que los niños más pequeños merecen espectáculos, espacios y, en general, políticas públicas de calidad. Y eso incluye teatro.
El mexicano Adrián Hernández y el argentino José Agüero, los más constantes ejecutantes de los espectáculos de Al Vacío, aceptaron además extender su colaboración: dirigieron a actores de A la Deriva en un espectáculo para niños chiquitos, Otros mundos, que se estrenará este viernes 14 de septiembre con dos funciones, solo para empezar.
Otros mundos para niños tapatíos
CUPO LIMITADO (Y VALE LA PENA)
El espectáculo Otros mundos se presenta con la misma lógica que A la Deriva ha propuesto en su teatro para bebés: un cupo muy limitado, para que los niños que entren se lo pasen bien, sin que nada los distraiga o los haga sentirse bajo presión. Con solo ciertas restricciones, los niños son invitados a que se expresen y muevan como les guste. Cada niño entra con un adulto; además pueden entrar otras personas, y a estos espectadores se los llama observadores.
Las funciones en el Conjunto de Artes Escénicas son a las 17:00 y 18:00 horas. El boleto de niño + adulto cuesta $180 y el de observador, $100.
Tres personajes se encuentran. Uno es pequeño, otro es un poco más alto, pero luego el tercero es más alto, y descubrir las diferencias de estaturas les permite jugar durante un rato, hasta que empiezan a descubrir que son diferentes en muchas cosas y parecidos en otras.
Así es Otros mundos, la obra para niños de tres a seis años de edad que resulta de la colaboración entre Teatro Al Vacío, a cargo de la dirección y la dramaturgia, y A la Deriva Teatro, que se encarga de una buena parte de la producción y pone a los tres “jugadores” de la obra (en el teatro para niños no se los llama “actores”).
José Agüero y Adrián Hernández, los directores, explican que la directora de A la Deriva Susana Romo los invitó a trabajar en Guadalajara con el grupo tapatío y, cuando se encontraron con los tres actores, las estaturas distintas saltaron de inmediato: Josué Márquez es bajito y Alejandro Rodríguez es alto; Gerardo Hernández quedaba claramente en medio.
Curiosamente, la estatura es todo un asunto de relevancia para los niños entre tres y seis años de edad: muchos niños empiezan a socializar con sus primeros amigos y miden quién es el más alto, pero luego descubren que uno puede ser al mismo tiempo el más grandote de la escuela y el más chiquito de la casa. El grupo supo que había encontrado su obra.
“Como compañía, tenemos un eje temático, que nos interesa abordar desde distintos lugares”, comienza Adrián Hernández para poner en contexto lo afortunado de Otros mundos. José Agüero lo ayuda a completar: “La construcción del ser humano a partir de la relación con el otro y los otros, con la diversidad. Son temas que tienen que ver con la construcción subjetiva de los seres humanos a partir del encuentro con el otro: somos seres de relaciones y nos construimos en relación”.
Cuando Adrián y José narran el primer encuentro con los tres tapatíos, les da risa de gusto: “Empezamos a rondar sobre esa idea, grande-mediano-pequeño, que son temas que tienen que ver con niños entre los tres y los seis: reconocerse más grande o más pequeño en relación al otro”.
El trabajo que verá el público este viernes 14 de septiembre parte de esa premisa pero explora muchas otras cosas: en las obras de Al Vacío no hay una dramaturgia o una anécdota convencionales, sino más bien juegos a partir de las situaciones: mucha expresión física, imágenes, movimientos que crean situaciones.
Así es Otros mundos también: “No tenemos hasta el momento ni una sola palabra, y está quedando muy divertida. Se divierten los actores y nos estamos divirtiendo nosotros”.
A
Esto nos supera
Los tres actores a los que ustedes dirigen en Otros mundos hacen teatro para niños pequeños por primera vez. A la Deriva y ustedes, por su cuenta, han explicado que es muy difícil ese primer encuentro como actor. ¿Cómo les va a ustedes como directores de este elenco?
Adrián: Hoy fue el primer encuentro que tuvieron con los niños y justo estuvimos hablando de eso, de qué pasó, cómo lo experimentaron. Creo que el trabajo que estamos planteando los pone a ellos en un terreno en el que les es mucho más fácil acercarse a este público, porque todo el proceso y el montaje ha estado en el sentido del juego, de divertirse: planteamos que no son unos personajes, sino que están jugando roles. Eso creo que ha puesto el trabajo en un nivel muy lúdico y al mismo tiempo muy en contacto consigo mismos, en un espacio muy de confianza. Todo eso lo han puesto o lo han llevado al escenario y entonces han encontrado una buena relación con los niños.
José: Creo que, en el proceso de trabajo, en los ensayos, las propuestas de calentamiento y de exploración que nosotros hacemos, buscamos mucho entrar en ese estado de lo lúdico, que es lo que hace que un actor se pueda encontrar con los niños. Un poco ése es su universo, el territorio que tiene que ver con la infancia es jugar. En el trabajo hemos buscado esa ludicidad en ellos y en esa disposición al juego, que claro que la tenían, pero la hemos puesto en relación con este público, y creo que ha funcionado bien porque el encuentro de hoy fue muy afortunado.
A la Deriva tiene ya tres montajes, más su colaboración con Latiendo Teatro y El día de Amy, y ha ido formando su estilo, que es cariñoso y maternal, muy centrado en los niños chiquitos. ¿Cómo se sienten al trabajar con actores de este grupo? ¿Se han adaptado, hay diferencias entre ustedes y ellos?
Adrián: Es bien afortunado que cada uno vaya encontrando sus caminos; cada uno tiene líneas a seguir, investigaciones, posturas. Creo que Susana [Romo, directora de A la Deriva y de El día de Amy] está muy comprometida desde lo maternal, y tiene una visión que rebasa lo que es la maternidad en sí, que tiene que ver con lo social, con la educación, con la crianza, las nuevas paternidades. A nosotros nos interesan esos temas, también los tenemos muy en cuenta, y creo que los abordamos desde otro ángulo. Finalmente, es eso: tenemos puntos de vista distintos, inquietudes distintas, y cada uno tiene improntas distintas…
José: …estéticas distintas. Pero creo que sí nos hemos podido encontrar, porque el equipo de A la Deriva está con mucha apertura, muy atentos a lo que nosotros tenemos, y nosotros estamos aprendiendo mucho de ellos, observando todo su trabajo como compañía, la manera que tienen de comunicar, de difundir, cómo llegan a las familias, al público: ésas son cosas que para nosotros son bien interesantes, y allí se ha generado un diálogo y estamos todos aprendiendo mucho.
Adrián: En principio, recibimos la invitación y, como decía José, Susana nos dio la libertad y la confianza de hacer, y en ese sentido hemos tomado también la responsabilidad, así que estamos poniendo en este proyecto la dirección, pero también la dramaturgia, dirigiendo todo el proceso, y también estéticamente, y trabajando con diseño y música que son parte del equipo de Susana.
¿Habían dirigido antes a otros actores?
José: Sí, estamos en medio de otro proceso de dirección en Argentina. Son experiencias novedosas para nosotros, porque siempre hemos trabajado dirigiendo a los actores de la compañía; en Al Vacío tenemos montajes con cuatro o más actores, pero siempre estamos nosotros como parte de esos elencos.
¿Y qué se siente ver en otros cuerpos lo que ustedes trabajan?
Adrián (entre sonrisas de ambos): Es muy emocionante, muy emocionante. Hoy nos pasó de manera bien evidente que, al verlos, y al ver cómo sucedía, la sensación era que el trabajo nos supera, obviamente; sí es algo que nosotros hemos puesto allí, a lo que hemos dedicado mucho tiempo, de conversar, de tomar decisiones, pero, a la hora de que eso pasa allí, nos supera; es como si no tuviera que ver con nosotros y es muy conmovedor, muy emocionante.
José: Es muy interesante verlo en otros, como poder reconocerlo. Tenemos una metodología de trabajo que es muy nuestra, y a la hora de trabajar con otros es muy interesante porque tenemos que volver a pensarla, decir por qué hacemos cada cosa, por qué va dirigido a cada lado, por qué escogemos cierta manera de hacer el trazo escénico, de construir… “Ah, es así y es así…”. Y, cuando uno lo ve, es más claro.
Debe ser extraño mirarlo en otras personas, porque es como mirarse a ustedes mismos, que lo tienen tan incorporado.
Adrián: En Teatro Al Vacío llevamos doce años con investigaciones compartidas, exploraciones en escena, muchas lecturas hechas en grupo, con mucha información ya incorporada, y a la hora de compartirla pues, sí: volvemos a hacer una revisión para ver cómo es, qué estamos haciendo.
Relajados
¿En qué se ha transformado el modelo de trabajo de Al Vacío en doce años?
José: Creo que algo se ha… relajado… (risas) No es que ya no pensemos en el público, siempre hubo mucho rigor, pero también había una aprensión en pensar mucho, y todo era muy ceremonioso. Logramos estar más sueltos, mucho más jugando, y eso ha empezado a trasladarse a los momentos de pensar los montajes. Hemos logrado soltar cierta rigidez, “esto es así y no nos podemos mover de aquí”. Creo que las mismas propuestas de teatro para los primeros años han ido moviendo las cosas, y hemos encontrado un proceso de síntesis muy interesante para nosotros, en lo estético, en la búsqueda de lo mínimo pero esencial.
Adrián: De una a otra producción vamos haciendo eso, un proceso de síntesis. Los procesos se tratan siempre de quitar, quitar, para que quede lo elemental, lo importante; y sí, de una a otra producción va siendo cada vez más claro, más enfocado. Y también tratando de buscar riesgos, digamos; llevar un poco más allá la experiencia de los espectadores. Es como este tema de hablar del respeto a los niños y niñas como espectadores, como sujetos, como ciudadanos, pero creo que no podemos dar por hecho que ya los estamos respetando, porque siempre hay un punto ciego. Así que tratamos de observar que ellos son capaces de convivir con el silencio, en algunos casos con la oscuridad, con ciertas convenciones que como adultos nos da miedo tratar, y sin embargo los niños los pueden tratar, y tenemos el interés de ir poniéndonos esos retos.
Hay algo que se subraya en Cielo y piedra y en Un par, que tiene que ver con que no parece que estén hechas solo para bebés.
Adrián: Nuestro foco, nuestra orientación, siempre es para niños y niñas. Suelen preguntarnos si pensamos también en los adultos, qué de las obras está pensado para atrapar también la atención de un adulto y, en realidad, no: pensamos siempre en los niños. Lo que sí pensamos es en ampliar las estéticas y los supuestos que hay a propósito de lo que debería ser para niños o para bebés.
José: No es que no pensemos en los papás, sino que sabemos que van juntos, y siempre estamos pensando en que, si nos enfocamos en los niños, los papás vienen y son parte de un vínculo, de una relación establecida con los niños. En eso sí pensamos, que los montajes puedan movilizar ese vínculo, que los lleven a observarse mutuamente en la experiencia, a preguntarse cosas, a poder luego hablar de lo que ven.
Trabajar para la sociedad
¿Qué han encontrado en el público tras doce años de trabajo? ¿Capta el público lo que ustedes hacen?
José: Lo que nos ha pasado es escuchar relatos. Recuerdo muy claro que, en Jugar, un niño dijo durante la función: “A mí me pasó la otra vez, me dejaron solo en la escuela porque empujé a otro niño”. Hay mucho una identificación en ese sentido. Hay otra cosa que hemos buscado en esta síntesis, que es que haya una lectura para cada espectador en su propia experiencia.
Adrián: Eso permite que cada uno la reciba, la interprete, genere un relato propio y se identifique de diferentes maneras. Uno de nuestros intereses más importantes es que nuestro trabajo esté del lado de los niños y las niñas, en el sentido de que no tiene por ejemplo una intención educativa o aleccionadora. Muchas veces los adultos no tenemos las respuestas para las preocupaciones, las sensaciones de los niños, las cosas que les pasan. Y creo que acercándonos con cuidado, y ofreciéndoles una situación dada en que ellos mismos pueden reconocerse, y enunciar o nombrar con sus propias palabras “yo me sentí así”, eso para nosotros es muy importante. No necesitamos más que eso, que sepan que estamos de su lado, y que se reconozcan allí, o no, pero que lo disfruten.
Desde que ustedes empezaron a trabajar, hay mucho teatro para niños pequeños en el país; ¿cómo lo ven ustedes?
José: Hay un impulso y una diversidad de propuestas estéticas y desde distintos lugares que es muy interesante, eso es lo que se necesita. Que haya más propuestas es porque también hay una demanda. Acá pasa, en Guadalajara, que se acaban los boletos, y en otros lados también, porque hay una demanda de espacios, hay una movilización en un cierto sector de la sociedad que se está replanteando cosas que tienen que ver con la crianza, con los niños. Creo que el teatro viene a acompañar ese proceso y, si hay muchas propuestas, es porque el acompañamiento se está haciendo más grande; ¿para qué hacemos teatro, si no para acompañar los procesos que se dan socialmente? Y están esas cosas que estamos intentando hacer desde la Red: que siempre hay que cuidar mucho la investigación, hacerlo con calidad, que no sea una moda, sino responder a una cosa que está sucediendo en la sociedad.
Adrián: Con mucha responsabilidad y sensibilidad. Eso es una de las razones por las que nos hemos unido en la Red Latinoamericana de Creación Escénica para los Primeros Años, para fortalecer nuestros trabajos, para dialogar nuestras posturas, nuestras propuestas, y para también hacer visible el trabajo, hacerlo del conocimiento de la gente; podemos encontrarnos justo para eso, para dialogar, para crecer juntos. Al final, todos queremos ofrecer algo positivo, algo bueno, de calidad para los niños y las niñas, y es una buena manera de ayudarnos y de apoyarnos.
Toda esta actividad es cada vez más visible, tanto que hay una buena cantidad de críticos que opinan que los bebés no pueden disfrutar teatro. ¿Qué les parecen esas críticas?
José: La verdad que no nos hemos dado mucha cuenta (risas). Sabemos que están; tampoco hemos puesto mucha atención a decir: vamos a contestar. Nosotros seguimos trabajando. En general, en las funciones que damos, es raro que vaya gente de teatro. Hay algo que está pasando con el teatro para los primeros años: la gente que viene es la gente que quiere al teatro. No estamos haciéndolo para otra gente que hace teatro o para los críticos, sino para las familias, para la gente, y la relación se está dando en ese lugar.
Adrián: Es clarísimo para nosotros dónde hay que poner nuestra atención, que es en nuestro público. Es la sociedad, la gente, las familias que quieren pasar un rato, convivir, acercarse, que quieren conocer, que quieren experimentar… eso implica mucha responsabilidad, porque para ellos es un evento importante, es un espacio que están buscando, y para nosotros está bien responder a eso.